LA CITÉ ANTIQUE (LA CIUDAD ANTIGUA) Numa Denis Fustel de Coulanges
Numa Denis Futel de Coulanges
Nació en París el 18 de marzo de 1830; murió en Massy Seineet-Oise, el 12 de septiembre de 1889. Estudio en la École Normale Supérieure y en la École d+´Athénes. Lee con avidez la obra de François Guizot sobre la Civilisation en France, que tendrá una fuerte influencia sobre su porvenir como historiador. Medianamente dotado como alumno, es admitido en la Escuela Normal Superior de Ulm. «Tenía un nivel mediocre», según su alumno y biógrafo Paul Guiraud. Durante una etapa ideológicamente problemática, frecuenta con asiduidad la biblioteca de la Escuela.
INTRODUCCIÓN
La Cité antique: étude sur le culte, le droit, les institutions de la Grèce et de Rome es enseguida un éxito de ventas, distribuida desde antes de 1870 como premio de excelencia escolar en los lycées de Francia. Fustel arroja luz sobre una cuestión que le interesa en alto grado: las relaciones entre la propiedad y las instituciones político-religiosas. Según él, los antiguos no conocían ni la libertad de la intimidad, ni la libertad de educación, ni la libertad religiosa. El ser humano cuenta bien poco ante la autoridad sagrada y casi divina que llamamos "patria" o "Estado".
LIBRO I
CREENCIAS ANTIGUAS
CAPITULO I
CREENCIAS SOBRE EL ALMA Y LA MUERTE
Debido a ciertas creencias, surgió la necesidad de dar sepultura y oraciones a los muertos, ya que creían que si un alma no tenía sepultura se convertiría en un alma errante y molestaría a los vivos por medio de apariciones, por lo que debían rendir ciertos ritos en los que daban ofrenda y depositaban comida, leche, vino, perfumes, etcétera, en honor al muerto y si alguien probaba de los alimentos que se les llevaba se creía que estaba condenado al hambre perpetua. Ellos creían que después de esta vida existía una segunda debajo de la tierra, creían que el cuerpo y el alma seguían unidas en aquella otra vida, por lo cual enterraban a los muertos con ciertas pertenencias, ropas, animales, y hasta personas esclavas que creían podían necesitar en esa vida, porque les había sido de utilidad en ésta.
CAPITULO II
EL CULTO DE LOS MUERTOS
Debido a las creencias se establecieron reglas de conducta, los griegos debían satisfacer la necesidad de comer y beber de los muertos por lo que fue una obligación que proporcionaran alimentos y bebidas, así como cumplir con ciertas fórmulas u oraciones que expresaban buenaventura a los muertos. De igual manera se creía también, que una persona al estar muerta se convertía en un Dios, por lo que además de brindar el sraddha, que eran alimentos, debían a ofrecer sacrificios y libaciones, decían también, que a pesar de que una persona hubiese sido mala en vida, al morir se convertía en un dios bueno, pero cargando con todo lo malo que había hecho, en ese otro mundo, y si se descuidaba el sepulcro y los ritos de algún muerto, su alma se convertiría en una sombra errante.Los familiares pedían bondad y dones materiales a los muertos. Gracias a estas creencias, la muerte significó su primer misterio.
CAPITULO III
EL FUEGO SAGRADO
Los griegos y los romanos debían tener en su casa un altar para los muertos en el que hubiera una llama de fuego que permaneciera prendida día y noche y si se llegase a consumir sería una casa en desgracia. Se llegó a ejemplifica a "Vesta", como le llamaban al fuego, con una figura de mujer, puesto que la palabra Vesta tenía origen del género femenino. Al fuego se le pedían favores divinos y era costumbre rendirle culto siempre al principio y al final de cada comida.
CAPITULO IV
RELIGIÓN DOMÉSTICA
No estaba permitido que ningún extraño por más amigo de la familia que fuese, estuviera presente durante las comidas, ya que cada una de ellas representaba una costumbre religiosa imposible de ofender. Se decía que si alguien no dejaba hijos, no podría descansar en paz puesto que no tendría quien le rindiera honores, y se convertiría en una alma o sombra errante.En los cultos que se les ofrecía no había un rito específico que debía seguirse, cada familia tenía su propia forma de adorar a sus dioses, pero sin dejar que la llama se apagara. Las creencias iban pasando de generación en generación, pero sólo de varón en varón, puesto que se decía que al darle el padre la vida a su hijo, le daba también, la creencia, el culto, y el derecho a mantener el lugar con su fuego sagrado; Las mujeres sólo podían participar en el culto al estar con su padre o su Marido.LA FAMILIA
CAPITULO ILIBRO II
El fundamento de la familia romana, han creído que ese fundamento debía encontrarse en el poder paternal o marital. Lo que une a los miembros de la familia antigua, es la religión del hogar y los antepasados. Una familia era un grupo de personas al que la religión permitía invocar al mismo hogar y ofrecer la comida fúnebre a los mismos antepasados.
CAPITULO II
EL MATRIMONIO
Era la ceremonia santa que había de producir esos grandes efectos. La religión con que se consumaba el matrimonio no era la de Júpiter o la de Juno, o la de otros dioses del olimpo. La ceremonia no se realizaba en el templo, sino en la casa, y la presidía el dios domestico. La ceremonia entre los griegos se componía, por decirlo así de tres actos: ante el hogar del padre, en el hogar del marido y en el transito de uno a otro. El matrimonio romano se parece mucho al griego y como este comprendía tres actos: traditio, deductio in domun, confarreatio. La joven abandona el hogar paterno, se conduce a esta a la casa del esposo, se canta en torno a ella un antiguo himno religioso, el cortejo se detiene ante la casa del marido, allí se presenta a la joven el agua y el fuego; luego se conduce a la esposa ante el hogar donde se encuentran las imágenes de los antepasados. Comen juntos una torta de flor de harina, es lo que realiza la unión santa entre los esposos. El matrimonio ha sido para ella como un segundo nacimiento. No se permitia la poligamia y el divorcio.
CAPITULO III.
CONTINUIDAD DE LA FAMILIA. INTRODUCCIÓN DEL CELIBATO. DIVORCIO EN CASO DE ESTERILIDAD. DESIGUALDAD ENTRE EL HIJO Y LA HIJA
La ley encargaba en Atenas al primer magistrado de que ninguna familia se extinguiese, también la ley romana se mostraba atenta a no dejar caer ningún culto domestico. Una familia que se extingue es un culto que muere. El gran interés de la vida humana era continuar la descendencia para continuar el culto, en virtud de estas opiniones, el celibato era una grave impiedad y una desgracia. Apenas hubo leyes y declararon que el celibato era cosa mala y punible. Cuando las leyes dejaron de prohibir el celibato, no por eso dejo de estarlo por las costumbres.
El hijo que había de perpetuar la religión domestica debía ser el fruto de un matrimonio religioso. El matrimonio era pues obligatorio
CAPITULO IV
DE LA ADOPCIÓN Y EMANCIPACIÓN
A aquel a quien la naturaleza no ha concebido hijos puede adoptar uno para que no cesen las ceremonias fúnebres”.Cuando se adoptaba a un hijo era preciso, ante todo, iniciarlo en el culto, por eso se realizaba la adopción con una ceremonia sagrada que parece ser muy semejante a la que marcaba el nacimiento de un hijo. A la adopción correspondía como correlativo la emancipación. Para que un hijo pudiera entrar a una nueva familia, era de todo punto preciso haber salido de la antigua.
CAPITULO V
EL PARENTESCO. LO QUE LOS ROMANOS LLAMABAN AGNACIÓN
No se podía ser pariente por línea de las mujeres, la mujer no trasmitía la existencia ni el culto. El principio del parentesco no radicaba en el acto material del nacimiento, sino del mismo culto. La regla para la agnación era pues la misma que para el culto. El parentesco por el derecho fue reconocido por el derecho. Los romanos lo llamaron cognatio.
CAPITULO VI
DERECHO DE PROPIEDAD
La idea de la propiedad privada estaba implicada en la religión misma. Cada familia tenia su hogar y sus antepasados, esos dioses solo podían ser adorados por ella, solo a ella protegían, era su propiedad.En la mayoría de las sociedades primitivas, la propiedad había sido establecida por la religión. Resulta bastante evidente que la propiedad privada era una institución que no podía prescindir la religión domestica. No fueron las leyes las que garantizaron al comienzo el derecho de la propiedad, fue la religión.
CAPITULO VII
DERECHO DE SUCESIÓN
Estos principios regulaban el orden de sucesión. Si un hombre perdía a su hijo y a su hija, y solo dejaba nietos, el hijo de su hijo heredaba, pero no el hijo de su hija. A falta de descendientes, tenían por heredero a su hermano, no a su hermana; al hijo de su hermano, no al hijo de su hermana. A falta de hermanos y sobrinos, era necesario remontarse en la serie de los ascendientes del difunto, siempre en línea masculina, hasta que se encontrase una rama que se hubiese desprendido de la familia por un varón, luego se descendía por esta rama de varón en varón, hasta encontrar a un hombre vivo, este era el heredero.
CAPITULO VIII
LA AUTORIDAD EN LA FAMILIA
El padre de familia como jefe religioso, como dueño de la propiedad o como juez:El padre es el jefe supremo de la religion domestica, el regula todas las ceremonias del culto, de aquí se deriva toda una serie de derechos: derecho de reconocer o rechazar al hijo cuando nace, derecho de repudiar a la mujer, derecho de casar a la hija, derecho de casar al hijo, derecho de emancipar, derecho de adoptar, derecho de designar en visperas de morir un tutora la mujer y a los hijos.
CAPITULO IX
MORAL ANTIGUA DE LA FAMILIA
La antigua moral regulada por las antiguas creencias, ignoraba la caridad, pero enseñaba cuando menos las virtudes domesticas. El aislamiento de la familia fue en esta raza el principio de la moral. Esta moral domestica aun prescribe otros deberes. Dice a la esposa que debe obedecer, al marido que debe mandar. Enseña a ambos que deben respetarse mutuamente. Entre los romanos la presencia de la mujer es tan necesaria en el sacrificio, que el sacerdote pierde el sacerdocio en cuanto queda viudo.
CAPITULO X
LA GENS EN ROMA Y EN GRECIA
La gens formaba un cuerpo cuya constitución era perfectamente aristocrática, gracias a su organización interior, los patricios de Roma y los eupatrides de Atenas perpetuaron por mucho tiempo sus privilegios.
LIBRO III
CAPITULO I
LA FRATRIA Y LA CURIA; LA TRIBU
Fratría: agrupación de gens, donde impera la prohibición del matrimonio entre personas de una misma gens por que se suponía que todos tenían un antepasado en común. Fratría es un conjunto de familias.
Curia: es una subdivisión mas o menos identificada con una tribu. las tres tribus originales de Roma fueron:
- Ramnes, cuyo nombre deriva de Rómulo.
- Ticienses, que traen el suyo de Tito Tacio
- Luceres, que se desconoce su origen.
CAPITULO II
NUEVAS CREENCIAS RELIGIOSAS
La religión de los muertos permaneció siempre inmutable en sus prácticas, mientras que sus dogmas se extinguían poco a poco, la otra, la de la naturaleza física, fue más progresiva y se desarrollo libremente a través de las edades, cada hombre solo adoraba a un número muy restringido de divinidades. La primera aparición de estas creencias pertenece a una época en que os hombres aún vivían en el estado de familia, estos nuevos dioses tuvieron al principio como los demonios, los héroes y los lares, el carácter de divinidades domésticas. Se necesito mucho tiempo antes de que esos dioses salieren del seno de las familias que los habían concebido y los consideraban como su patrimonio. A medida que esta nueva religión iba en progreso, la sociedad debió agrandarse.
CAPITULO III
LA CIUDAD SE FORMA
Varias fratrías se habían unido en una tribu, varias tribus pudieron asociarse entre si, a condición de respetarse el culto de cada cual. El día en que se celebró esta alianza, existió la ciudad.
Cuando un jefe salía de una ciudad ya constituida para fundar otra, ordinariamente sólo llevaba un pequeño número de conciudadanos, a los que se incorporaban muchos otros que procedían de diversos lugares y aun podían pertenecer a ciertas razas. Pero este jefe siempre constituía el nuevo Estado a imagen y semejanza del que acababa de dejar. En consecuencia, dividía su pueblo en tribus y fratrías.
CAPITULO IV
LA URBE
Ciudad y Urbe, no eran palabras sinónimos entre los antiguos. La ciudad era la asociación religiosa y política de las familias y de las tribus; la urbe era el lugar de reunión, domicilio y sobre todo, el santuario de esta asociación. Fundábase la urbe de un solo golpe; totalmente terminada en un día. Pero era preciso que antes estuviese constituida la ciudad, que era la obra más difícil y ordinariamente la mas larga. La fundación de una urbe era siempre un acto religioso.
CAPITULO V
EL CULTO DEL FUNDADOR; LA LEYENDA DE ENEAS
Cada ciudad adoraba al que la había fundado. El fundador se recordaba cada año en las ceremonias sagradas. Eneas había fundado a Lavinio, de donde procedían los albanos y los romanos, y que por consecuencia, era considerado como el primer fundador de Roma. Sobre el se estableció un conjunto de tradiciones y recuerdos. Virgilio se apoderó de ese tema y escribió el poema nacional de la ciudad de romana. La llegada de Eneas, o mejor, el traslado de los dioses de Troya a Italia, es el tema de la Eneida. El poeta canta a ese hombre que surca los mares para fundar una ciudad y llevar sus dioses al Lacio.
CAPITULO VI
LOS DIOSES DE LA CIUDAD
Una ciudad era como una pequeña iglesia, con sus dioses, sus dogmas y su culto. Tenían su cuerpo de sacerdotes que no dependía de ninguna autoridad extraña, tenían libros litúrgicos, y cada ciudad tenía su colección de oraciones y de prácticas. Así la religión era completamente local y civil, tomando este ultimo nombre en su antiguo sentido, es decir, especial a cada ciudad. En general, el hombre sólo conocía a los dioses de su ciudad y sólo a ellos honraba y respetaba.
CAPITULO VII
LA RELIGION DE LA CIUDAD
La principal ceremonia de culto doméstico era una comida, que se denominaba sacrificio. La principal ceremonia del culto de la ciudad también era una comida de esta naturaleza, que había de realizarse en común, por todos los ciudadanos, en honor a las divinidades protectoras. Esto estaba tan vigente tanto en Grecia como en Italia.
Todo lo que era sagrado daba lugar a una fiesta, existía la fiesta del recinto de la ciudad, amburbalia; la de los límites del territorio ambarvalia.
Lo que caracterizaba estas fiestas religiosas era la prohibición de trabajar, y la prohibición de hacer el mal, la obligación de estar alegres, el canto y los juegos públicos.
El calendario estaba regulado por las leyes de la religión. Que únicamente los sacerdotes conocían. Cada ciudad contaba sus años de una forma diferente.
CAPITULO VIII
LOS RITUALES Y LOS ANALES
A veces , el ritual estaba escrito en tabletas de madera; a veces, en tela,, Roma tenía sus libros de pontífices, sus libros de augures, su libro de ceremonias, y su colección de Indigitamenta. La historia de la ciudad decía al ciudadano todo lo que debía creer y todo lo que debía adorar. Por eso la historia era escrita por los sacerdotes. Roma tenía los anales de los pontífices. Al lado de los anales había también documentos escritos y auténticos, una tradición oral que se perpetuaba en el pueblo de cada ciudad.
CAPITULO IX
GOBIERNO DE LA CIUDAD. EL REY
El sacerdote del hogar público ostentaba el nombre del rey. En ocasiones le daban otros títulos, este es principalmente el jefe del culto: el conserva el hogar, hace el sacrificio y pronuncia la oración, preside las comidas religiosas. La tradición siempre los representa como sacerdotes, a estos reyes-sacerdotes se les entronizaba con un ceremonial religioso.
CAPITULO X
EL MAGISTRADO
El magistrado remplazó al rey, fue como él, un sacerdote al mismo tiempo que un jefe político. No había ningún magistrado que no tuviese que realizar algún acto sagrado. Los tribunos de la plebe eran los únicos que no tenían que realizar ningún sacrificio.
Las magistraturas romanas, que cierto sentido fueron miembros sucesivamente desgajados del consu8lado, reunieron como éste atribuciones sacerdotales y atribuciones políticas.
CAPITULO XI
LA LEY
Entre los griegos y los romanos, como entre los indos, la ley fue al principio una parte de la religión. En Roma era una verdad reconocida que no se podía ser buen pontífice si se desconocía el derecho. A la ley antigua no se le discute, se impone; es una obra de autoridad: los hombres la obedecen porque tienen fe en ella.
El derecho sólo era un aspecto de la religión. Sin religión común, no había ley común.
DE LA OMNIPOTENCIA DEL ESTADO; LOS ANTIGUOS NO CONOCIERON LA LIBERTAD INDIVIDUAL.
La ciudad se había fundado sobre una religión y se había constituido como una iglesia. De ahí su fuerza, su omnipotencia y el imperio absoluto que ejercía sobre sus miembros.
El ciudadano estaba sometido en todas las cosas y sin ninguna reserva a la ciudad: le pertenecía todo entero.
Nada había en el hombre que fuese independiente. Su cuerpo pertenecía al estaba y estaba consagrado a la defensa del mismo.
En roma, el servicio militar estaba obligado hasta los cuarenta y seis años; En Atenas y Esparta, toda la vida.
LAS REVOLUCIONES
CAPITULO I
PATRICIOS Y CLIENTES
La ciudad antigua, como cualquier sociedad humana, presentaba rangos, diferencias y desigualdades. La historia de Roma esta llena de lucha entre los patricios y el pueblo, lucha que se encuentra en todas las ciudades sabinas, latinas y etruscas. La autoridad del padre marca el principio de la desigualdad. En la familia después de varias generaciones se forman ramas segundonas, y se encuentran, en un estado de inferioridad con respecto a la rama primogénita. El cliente esta por debajo de las ramas segundonas.
La distinción es todavía más manifiesta en la religión. Solo el descendiente de un pater puede practicar las ceremonias del culto de la familia.
CAPITULO II
LOS PLEBEYOS
Otro elemento de población que estaba por debajo de los mismos clientes, y que, intimó en su origen, adquirió insensiblemente la fuerza suficiente para romper la antigua organización social, esta clase se hizo en roma más numerosa que en cualquier otra ciudad, recibía allí el nombre de la plebe, no formaba parte de lo que se llamaba el pueblo romano. Estos no tienen culto, el matrimonio sagrado no existía para ellos, no hay familia, ni autoridad paterna, no tienen derecho de propiedad, no tienen derechos políticos, etc.
CAPITULO III
PRIMERA REVOLUCION
El poder en el estado se reunía en manos del rey, los jefes de las familias, los paters, y por encima de ellos, los jefes de las fratrías y de las tribus, formaron al lado del rey una aristocracia fortísima. El rey no era el único rey; cada pater lo era en su gens.
Los reyes querían ser poderosos , y los padres no querían que lo fueran, La lucha se entabló pues, en todas las ciudades entre la aristocracia y los reyes. En todas partes fue idéntico el resultado de la lucha: la realeza quedo vencida. Pero no se debe olvidar que esta realeza primitiva era sagrada. Por lo que se conservó, pero despojada de su poder, ya no fue más que un sacerdocio.
CAPITULO IV
LA ARISTOCRACIA GOBIERNA LAS CIUDADES
La misma revolución, bajo formas ligeramente variadas, se realizo en Atenas, en Esparta, en Roma, en todas partes fue obra de la aristocracia; en todas tuvo por efecto suprimir la realeza política, dejando subsistir la realeza religiosa. El gobierno de la ciudad perteneció a la aristocracia. La aristocracia estaba fundada en el nacimiento y , al mismo tiempo, en la religión. Tenía su principio en la constitución religiosa de las familias.
CAPITULO V
SEGUNDA REVOLUCION; CAMBIOS EN LA CONSTITUCION DE LA FAMILIA; DESAPARECE EL DERECHO DE PROGENITURA; SE DERMEMBRA LA "GENS"
La revolución que derribó a la realeza, más que cambiar la constitución de la sociedad, modificó la forma exterior del gobierno. Esa revolución, fue obra de la aristocracia, que deseaba su conservación. La aristocracia hizo una revolución política sólo para evitar una revolución social y doméstica. La regla de indivisión que dio fuerza a la familia antigua fue abandonad paulatinamente. El derecho de primogenitura, condición de su unidad, desapareció. Considerable revolución que empezó a transformar a la sociedad. Esta desmembración de la gens tuvo grandes consecuencias. La antigua familia sacerdotal, que había formado un grupo compacto, fuertemente constituido, poderoso, quedo por siempre relajada. Esta revolución preparó e hizo más fáciles otros cambios.
CAPITULO VI
LOS CLIENTES SE EMANCIPAN
He aquí otra revolución cuya fecha no puede indicarse , pero que con toda seguridad ha modificado la constitución de la familia y de la sociedad misma. Los servidores o clientes aspiran a emanciparse.
En los orígenes de roma hubo clientes. Hay alguien que se parece más al antiguo cliente: el liberto., no de otra manera que en los primeros tiempos de roma, hacia el final de la república, cuando alguno salía de la servidumbre, no se convierte inmediatamente en hombre libre y ciudadano. Queda sometido al amo. Antes se le denominaba cliente ahora liberto, solo el nombre ha cambiado. El liberto queda incorporado a la familia, depende de su patrono, el cual tiene el derecho de justicia sobre su liberto.
CAPITULO VII
TERCERA REVOLUCION; LA PLEBE INGRESA A LA CIUDAD
Los eupatridas, después de derribar a la realeza, gobernaron en Atenas durante cuatro siglos. La historia permanece muda acerca de esta larga dominación: solo una cosa se sabe, y es que fue odiosa a las clases inferiores, y que el pueblo se esforzó por librarse de ese régimen, Sólon hizo una reforma que consumo Clístenes, en la cual remplazaba las 4 antiguas tribus por otras 10 (nuevas), el molde de la antigua sociedad estaba roto y se formaba un nuevo cuerpo social.
CAPITULO VIII
CAMBIOS EN EL DERECHO PRIVADO; EL CODIGO DE LAS XII TABLAS; EL CODIGO DE SOLON.
Entre todos los textos
que nos quedan de ese código, no hay ninguno más importante que ése, ni
ninguno que señale mejor el carácter de ;la revolución que entonces se
produjo en el derecho.
la Ley de las Doce Tablas
establecio que la cohabitación de un año sometería a la mujer a la
potestad del marido, así se observa que la ley de las doce tablas
al igual que el Código de Solón se aleja bastante del derecho primitivo.
LIBRO VDESAPARECE EL REGIMEN MUNICIPAL CAPITULO I
NUEVAS CREENCIAS; LA FILOSOFIA CAMBIA LAWS REGLAS DE LA POLITICA
La Ruina del régimen político, que Grecia e Italia habían creado, puede referirse a dos causas principales. Unas pertenece al orden de los hechos morales e intelectuales; la otra, al orden de los hechos materiales; la primera es la transformación de las creencias; la segunda es la conquista romana. La religión primitiva, se alteró con el tiempo y envejeció. Se comenzó a tener la idea de la naturaleza inmaterial; la noción del alma humana se precisó, y casi al mismo tiempo en el espíritu la de una inteligencia divina.
Enseñaban a los griegos que para gobernar, era necesario persuadir a los hombres y actuar sobre voluntades libres. Despierta así la reflexión, el hombre dudo de la justicia de sus antiguas leyes sociales, y aparecieron otros principios, fue entonces cuando empezó a comprenderse que existen otros deberes que los deberes que hacía el estado, y otras virtudes que la virtudes cívicas.
CAPITULO II
LA CONQUISTA ROMANA
La conquista romana pueden distinguirse dos periodos. Uno pertenece al tiempo en que el viejo espíritu municipal aún tenía mucha fuerza; entonces fue cuando Roma hubo de superar los mayores obstáculos. El otro pertenece al tiempo en que el espíritu municipal andaba muy decaído: la conquista se realizo entonces fácil y rápidamente.
Las instituciones de la ciudad antigua se debilitaron y agotaron en una serie de revoluciones. La dominación romana tuvo por primer resultado acabar de destruirlas y extinguir lo que de ellas quedaba. Al destruir Roma en todas partes el régimen de la ciudad, no lo sustituía con nada. A los pueblos que despojaba de sus instituciones no les daba en cambio las suyas propias. Ni siquiera pensaba en crear instituciones nuevas que fueran para su uso. Está pues averiguado que los pueblos, a medida que ingresaban en el imperio de Roma , perdían su religión municipal, su gobierno, su derecho privado. Puede creerse, sin dificultad, que Roma atenuaba en la práctica lo que la sumisión tenía de destructora.
Tal fue el efecto de la conquista romana sobre los pueblos que sucesivamente cayeron en su poder. De la ciudad todo pereció: primero, la religión, luego, el gobierno y, en fin el derecho privado.
Todas las instituciones municipales, quebrantadas ya desde hacía mucho tiempo, fueron desarraigadas y aniquiladas.
Esta lenta introducción de los pueblos en el Estado es el último acto de la larga historia de
la transformación social de los antiguos.
CAPITULO III
EL CRISTIANISMO CAMBIA LAS FORMAS DE GOBIERNO
La victoria del cristianismo marca el fin de la sociedad antigua. Con la nueva religión termina esta transformación social, que hemos visto comenzar seis o siete siglos antes de ella.
Pero como ya hemos visto, la sociedad se modificó poco a poco. En gobierno y en el derecho se realizaron cambios al mismo tiempo que en las creencias. Ya en los cinco siglos que precedieron al cristianismo, no era tan íntima la alianza entre la religión de un lado, el derecho y la política de otro.
Llegó un día en que el sentimiento religioso recobró vida y vigor, y la creencia, bajo la forma cristiana, reconquisto el imperio de las almas.
No solo se reavivó con el cristianismo el sentimiento religioso; también adquirió expresión más alta y menos material.
La religión ya no ordeno el odio entre los pueblos, ni impuso al ciudadano el deber de detestar al extranjero; al contrario, estaba en su esencia enseñarle que tenía deberes de justicia y hasta de benevolencia para con el extranjero y para con el enemigo.
Jesucristo rompe la alianza que el paganismo y el imperio querían reanudar, proclama que la religión ya no es el estado, y que obedecer al Cesar no es lo mismo que obedecer a dios.
El estoicismo ya había señalado esta separación. El cristianismo hizo lo que solo era el esfuerzo energético de una secta valerosa, la regla universal, e inquebrantable de las siguientes generaciones; de lo que sólo era consuelo de algunos, Hizo el patrimonio común de la humanidad.
Los sentimientos y las costumbres se transforman entonces los mismo que la política. Se debilitó la idea que e hombre se había forjado sobre los deberes de ciudadano. El deber por excelencia ya no consistió en ofrecer su tiempo, su fuerza y su vida al estado.
La política y la guerra ya no fueron el todo del hombre; el patriotismo ya no fue las síntesis de todas las virtudes, pues el alma no tenía patria. El hombre sintió que existían otros deberes que el de vivir y morir por la ciudad.
El cristianismo distinguió las virtudes privadas de las virtudes públicas. Rebajando a éstas, realzó a aquellas; coloco a dios, a la familia, a la persona humana por encima de la patria; al prójimo sobre el ciudadano.
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